La tertulia número 30 sobre la Cita a ciegas, tema propuesto por nuestra amiga ROSARIO AYLLÓN se mostró muy animada desde el principio, cada uno/a contó sus experiencias y nos reímos bien.
Luego, el vídeo de Lola, como siempre, genial. Se puede ver al final, así como algunas fotos.
Aquí podemos leer los textos de algunos y algunas de las fotos de los/las contertulianos/as (cedidas por LARISA, Juan Pan, Lola Fontecha y Paco Velázquez).
CITA A CIEGAS
Rosario Ayllón
Una de mi cita a ciegas
creo que era la primera,
porque yo tuve varias
algunas fueron muy buenas.
Pero esta primera cita
me dejó un recuerdo,
dulce, amargo, me ilusioné de él
y hasta le dije ¡te quiero!
Fue una tarde de mayo
me vestí muy elegante,
que deseos tenia de verlo
él, me llamaba a cada instante.
El teléfono sonaba
y yo nerviosa perdida,
su voz era dulce y tierna
y también muy masculina.
Yo me puse un vestido rojo
sexy y muy elegante,
mi deseo era gustarle
que fuera mi amado, amante.
Cuando él apareció
yo sentada en la terraza,
de un bonito café
esperando a que llegara.
Su presencia fue inmensa
y muy nerviosos los dos,
nos besamos en las mejillas
era, atractivo y guapetón.
Nos miramos a los ojos
nuestra sonrisa bella,
temblábamos de emoción
aparecían las estrellas.
Después de tomar
una copa y picoteo,
salimos de aquel lugar
a dar, un lindo paseo.
Hablamos de tantas cosas
y a los ojos nos miramos,
los nervios ya se marcharon
deseábamos besarnos.
Y se unieron nuestros labios
en aquella noche hermosa,
mariposas en mi estómago
yo me sentía una diosa.
Pero el tiempo corre
nos tuvimos que separar,
llegó el momento de decirnos
adiós, nos volveremos a encontrar.
Solo quedan los recuerdos
de aquella cita a ciegas,
fue bonita e ilusionante
pero todo, era quimera.
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Cita a ciegas
Tuvimos una cita a
ciegas
en un parque yo te esperé
mirabas de un lado a otro
impaciente y temeroso a la vez.
Te observaba en la distancia
te sentaste frente a mí
no te dabas cuenta que yo te miraba
porque tú no me
mirabas a mí.
A quién esperabas dime
que ilusiones te hiciste
esperabas una belleza posiblemente
no una frágil florecilla silvestre.
Al fin me miraste, nada en tu rostro vi
que indicara que sería yo la que buscabas.
Pero el milagro ocurrió
en mis ojos
centraste tu mirada
quedando estas prendidas
tu mirada y mi mirada.
Sin decirnos nada juntos caminamos
corto se hizo el camino
cogiendo mis manos
las besaste
te despediste con un cálido, hasta mañana.
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CITA A CIEGAS
Lola Fontecha
Quedamos para una cita a
ciegas, a las 17.30 horas del 27 de junio de 1965, yo y el destino. No sabía
que me iba a encontrar cuando abriera la puerta, no quería ir demasiado
arreglada, la naturalidad forma parte de mis defectos y ser artificial es algo
que nunca me ha gustado.
La sonrisa quiso
acompañarme, y la dejé venir conmigo, con ello aseguraba una tarde muy
agradable.
La soledad se autoinvitó
y no pude decirle que no viniera, ya que ella aparece donde y como le apetece
en cada paso de nuestras vidas.
La tristeza se colgó de
mi brazo, y me dio mucha pena decirle que no podía venir, pero no era el
momento más apropiado y le prometí tomar café al día siguiente con ella, de
esta manera se convenció, no sin soltar alguna lagrimita y con carita de pena
se quedó en casa.
Los sueños, no pidieron
permiso y se metieron directamente en el bolso, mientras entraban decían ¡No
nos podemos perder esta cita!
Ya se acercaba la hora,
no me gusta llegar tarde y me apresuré a terminar con los preparativos. El
poemario “Viento del pueblo” bajo el brazo, era lo acordado, y mi vestido color
primavera para ser identificada.
Los nervios iban
creciendo por momentos y cuando ya salía de la casa, mi madre me deseó suerte
con un dulce beso en la frente.
–Sé feliz, mi niña, y no
te olvides nunca de seguir dando pasos adelante. Hoy, no sabemos que va a
suceder, pero mañana estate segura de que tus pasos serán legitimados por la
constancia de la libertad que te rodea y del empeño en hacer creer en ti.
Empecé a andar despacio,
sin prisa alguna, al cabo de unos segundos que parecieron horas marchamos más
deprisa, yo, la sonrisa, la soledad, y los sueños que sea apretujaban en mi
bolso… Pareció eterno el camino aun cuando solo había cien metros para llegar allí
donde habíamos quedado el destino y yo.
Ya en el lugar, la
música del silencio se apoderó de mí, estuve a punto de cerrar la puerta justo
antes de abrirla, pero me armé de valor y di un paso adelante. Miré alrededor,
pero no escuchaba “Hagamos un trato” de Benedettí, era lo que me tendría que
llevar a mi cita a ciegas. Me senté en la única silla que había libre, pedí un
café y abrí mi libro…
Vientos
del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Pasaban las horas, y “destino”
no llegaba, tanto empeño en quedar conmigo, tantos días esperando esta cita. Me
dije para mis adentros…
-Tristeza tenía que
haber venido conmigo, ¡mira que me lo dijo!
La decepción iba en
aumento, no entendía que estaba pasando.
- Buenas tardes, ¿Lola?,
- Si, disculpe ¿Quién es
usted?
- Soy tu, en unos años,
¿me invitas a un café?
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